lunes, 23 de febrero de 2015

La Travesura No Es Igual Que La Hiperectividad.

La travesura no es igual que la hiperactividad Los varones la padecen más que las hembras y a los 6 años es visible
 
LORENA FEREIRA
Caracas.
Cuántas veces no ha escuchado cuando un niño corre, juega y salta que es hiperactivo, sin saber exactamente qué significa el término médico. Es por ello que los padres deben aprender a diferenciar la hiperactividad de las travesuras si se trata de un comportamiento que necesita atención profesional o si es una etapa de sus vidas que están afrontando.
La hiperactividad es un trastorno de conducta neurológico que afecta de 3% a 5% de la población infantil mundial y sucede más en niños que en niñas. El principal trastorno de los hiperactivos es el déficit de atención y no el exceso de actividad motora, como muchas personas suelen pensar, pues ésta suele desaparecer, señaló Antonieta Plinio, presidenta de la Fundación Integral Fénix (Fundafénix), organización sin fines de lucro que nace de la iniciativa de un grupo de padres y docentes que intenta contribuir a la integración, al sistema de educación regular, de la población con necesidades educativas especiales.
La enfermedad suele hacerse visible sobre los cinco o seis años, edad en la cual se comienza a exigir a estos niños un comportamiento social, que no son capaces de mantener. Siempre están en continuo movimiento, corren, saltan por la calle, nunca quieren ir cogidos de la mano. Cuando aparecen estos síntomas, no hay que actuar despreocupados, sino buscar ayuda psicológica.
Pero también está el otro extremo: niños que son muy traviesos y “hasta groseros” son tratados como hiperactivos. Estas situaciones hay que evaluarlas, porque a veces suelen originarse por conflictos familiares y entonces el pequeño actúa de manera hasta agresiva como un mecanismo de respuesta ante lo que vive en su hogar. Ante esto, lo ideal para realizar un diagnóstico certero y a tiempo es que los padres acudan al psicólogo y observen minuciosamente la conducta del pequeño, señala el psicólogo familiar Juan Carlos Fernández. “Ante esta enfermedad tan compleja, tanto para el niño y su familia, hay que ser muy prudentes a la hora de emplear el término, y no diagnosticar sin base científica”.
Por su parte María Eugenia Robles, vicepresidenta de Fundafénix, señaló que ante algunas señales de los niños, los padres solicitan información a los maestros.
Para más información pueden escribir al correo de Fundafénix f.integral.fenix@gmail.com , o acu- dir a la avenida Araure c/c Cuchiveros Edif.. Ival Urb. El Marqués, donde funciona la Unidad Educativa “Sierra Grande”, en la que estudian 103 alumnos con este tipo de dificultades.

CADA NIÑO ES UN MUNDO40% o 50% de los niños hiperactivos tienen bajo rendimiento escolar. Tienen dificultades perceptivas, con lo cual no diferencian bien entre letras y líneas y tienen poca capacidad para estructurar la información que reciben a través de los distintos sentidos.
Las dificultades de los niños hiperactivos estriban en la adquisición y el manejo de la lectura, escritura y el cálculo.
Con frecuencia actúan de forma inmediata sin pensar en las consecuencias. Están inquietos con las manos o los pies y no pueden sentarse quietos. Hablan de forma excesiva , responden antes de que la otra persona termine, tienen dificultad para esperar su turno y frecuentemente interrumpen.
Todos estos niños no presentan siempre los mismos rasgos, todos son diferentes y por lo tanto deben ser tratados de acuerdo a cada caso.
 Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo 
   La forma de tratar el “trastorno de déficit de atención con hiperactividad” es modificar o compensar lo más posible aquellas conductas típicas que repercuten negativamente en la vida diaria del niño y de su familia. El objetivo principal es reducir su impulsividad e inquietud motriz y aumentar su atención, que son la fuente de sus principales problemas. Las corrientes psicopedagógicas conductista y cognitivista ofrecen diversas estrategias para tratar la hiperactividad. La corriente conductista centra su atención en cómo el ambiente en el que se mueve el niño (la familia, los profesores, etc.) interactúa con él para, manejando esta interacción, modificar las formas de comportamiento. La corriente cognitivista actúa directamente sobre el niño enseñándole a ejercer su propio control a través del entrenamiento en estrategias.
   Corriente conductista: cambiar una conducta inadecuada a través del ambiente 
   Para modificar determinadas actitudes, como la agresividad o la desobediencia, se emplean técnicas de cambio conductual que se apoyan en la psicología conductista. La base de todas ellas es la idea de que todo comportamiento es una forma aprendida de responder a determinadas circunstancias. Cuando lo que obtenemos al responder de determinada manera es bueno, agradable o sirve a nuestros propósitos, esa respuesta se instaura en nosotros, es decir, la aprendemos y siempre que nos vemos en circunstancias similares respondemos igual. Por el contrario, si con nuestra actuación no logramos lo esperado, desechamos la respuesta como “no válida” y dejamos de emplearla. Esto supone que tu actitud es fundamental a la hora de manejar la de tu hijo, ya que es la que le proporciona la información de si sus respuestas son adecuadas y sirven a sus propósitos o, por el contrario, debe sustituirlas por otras. Los padres pueden, sin darse cuenta, fomentar las respuestas inapropiadas. Un ejemplo muy claro es cuando se cede a un capricho, que se ha negado en un principio, para contener una rabieta. La conclusión del niño en esta ocasión es clara (y muy lógica): “enfadándome, gritando y tirando las cosas consigo lo que yo quiero”. Resultado: cada vez recurrirá con más frecuencia a las pataletas.
   Las técnicas de cambio de conducta lo que hacen es controlar las consecuencias de las acciones convirtiéndolas en agradables, a través del “refuerzo positivo”, o desagradables mediante el “castigo”. Aquellas conductas del niño a las que siga un “refuerzo positivo” serán aprendidas como útiles y se repetirán; aquellas otras a las que acompañe un “castigo” terminarán desapareciendo. Los refuerzos pueden ser muy variados. Al principio, cuando una actitud está muy instaurada, se recurre a recompensas de tipo material (un juguete, una chuchería, etc.). Posteriormente se van restringiendo este tipo de refuerzos para que el niño no haga las cosas por el premio sino por que realmente ha adquirido nuevas actitudes con las que se siente más satisfecho. Para ello, desde el principio (junto con las recompensas materiales) y a lo largo del tiempo (cuando ya se han eliminado aquellas) el niño debe recibir refuerzos sociales como abrazos, alabanzas o cualquier otra manifestación de afecto por lo bien que ha actuado. Por otra parte, los castigos que siguen a las conductas que deseamos eliminar serán cosas como quedarse sin ver la tele o recoger el cuarto, pero jamás castigos físicos. Además, todo castigo debe ir acompañado del refuerzo de la conducta alternativa.
   ¿Cómo puedes aplicar todo esto? Una forma es hacer un trato con tu hijo. Piensa en alguna cosa que quieras cambiar de él, por ejemplo, que no se levante de la mesa mientras come. Ya tienes establecido el objetivo general. Ahora, en función de la problemática, piensa cuándo y cómo vas a reforzar el cambio de comportamiento: si tu hijo no aguanta más de tres minutos seguidos en la mesa, empieza por reforzar que consiga estar sentado al menos cinco minutos. Según le vaya resultando más sencillo cumplir el objetivo ve aumentando el tiempo hasta que, finalmente, reciba el premio sólo si permanece toda la comida sin levantarse. El siguiente paso es acordar el premio o refuerzo. En este caso lo más apropiado es un sistema de puntos o fichas canjeables. Elabora con tu hijo una lista de cosas que le gustaría hacer o conseguir y pon a cada cosa un valor en función de sus características: un caramelo 2 puntos, media hora más con el ordenador 8 puntos, ir al cine 14 puntos, comprar un juguete determinado 20 puntos, etc. Ya sólo queda ponerlo en práctica: cada vez que tu hijo cumpla el objetivo marcado refuérzale con un punto y cuando desee canjearlos dale la recompensa que le corresponda según acordasteis.

EL MAYOR ENEMIGO DEL SER HUMANO, ES EL MISMO SER HUMANO.!!

EL MAYOR ENEMIGO DEL SER HUMANO, ES EL MISMO SER HUMANO








Es muy curioso, no dejo de preguntarme, porqué el ser humano sigue a día de hoy interesado en saber de que forma podría llegar a su final nuestro querido planeta tierra...
Somos grandes especialistas en la ciencia del encubrimiento y con la misma siempre disfrazamos la realidad, de forma que todo parece formar parte de un destino final que camina siempre de nuestra mano, como si realmente estuvieramos excluidos de toda culpa y las cosas que suceden fueran un mero fruto de la casualidad.
Por la parte que respecta a mi punto de vista, he abierto este nuevo tema con la idea de poder demostrar que todo esto es totalmente falso. Desde el inicio de nuestra historia, el ser humano a luchado por hacerse con el máximo poder, pasando por encima de todos aquellos a los que consideraba inferiores o no merecedores de su gloria. Pero hoy no voy a centrarme en ello, ya que creo que si bién todos somos conscientes en cierta medida, del daño que ciertos personajes han ocasionado al ser humano, no somos capaces tan capaces de entender que nosotros mismos somos los que sin saberlo accionamos la cuenta atrás en la destrucción de nuestro planeta.
Nos pasamos toda la vida en la caça y captura de enemigos invisibles, pero en cambio nos cuesta ver aquello que tenemos delante de nuestros ojos, nuestra realidad...

Cuantas toneladas de petroleo se vierten al año en nuestros oceanos, poniendo en peligro a la mayor parte de nuestra fauna marina y colateralmente también a millones de pajaros que interactúan con dicho medio?
Parece mentira, lo fácil que resulta olvidar aquel 19 de noviembre del 2002 cuando un accidente medioambiental como el del Prestige convirtió nuestras costas gallegas en autenticos infiernos de lodo negro...
O en otro campo no menos importante, el impacto medioambiental que causan diariamente todas las centrales nucleares que a pesar de los numerosos accidentes que se han sucedido en tiempos pasados siguen levantando sus buques radioactivos en nuestro planeta, poniendo en jaque a la humanidad, como si de un juego de ajedrez se tratara...
Creo que no hace falta ser un gan experto para saber que desgraciadamente estos lamentables sucesos no dejarán de ocurrir en nuestro futuro, porqué como decía en un inicio, el ser humano, es por excelencia el mayor depredador que camina a través de la faz de la tierra e incluso capaz de acabar consigo mismo sin saberlo.
Pero esto señores solo son dos casos aislados, la verdad es demasiado densa para tratarla aquí en un simple artículo, que seguro desmerece con creces la magnitud de nuestro problema.
Aunque no quisiera despedirme si hacer un pequeño apunte en referencia a otro tema de actualidad en nuestros días, el cambio climático...
Cada día son más los estudios, que apuntan hacia un cambio climático provocado y repleto de intereses que escapan a nuestro entendimiento. Llegados a este punto, lo fácil es preguntarse que razones tendría el mismo ser humano para promover un daño que le afecta a él directamente?
Yo no puedo responder a esa pregunta, pero está claro que dichas razones existen y tienen el suficiente peso para llevar a cabo estás actuaciones en contra del ciclo vital de nuestro planeta.
Cuantas veces se han observado sospechosos aviones fuera de su ruta convencional, que rocían nuestros cielos con extraños productos  sin una causa aparente?  pués esto sucede diariamente en muchos puntos del planeta y curiosamente se ha comprobado que tras la emisión de este desconocido agente químico, la temperatura sube entre unos tres y cinco grados a la vez que misteriosamente desaparecen todas las nuves...
En definitiva, podría necesitar muchos artículos como este para descargar toda la polvora que anida en mi cabeza en estos momentos, pero me conformo con dejar claro que más allá de mirar al infinito, deberiamos tener claro que nuestros actos son y serán los únicos que afecten al futuro de nuestro planeta y por supuesto al futuro del ser humano como tal. De nada sirve sostenerse mediante falsas premoniciones que solo ofuscan la verdadera realidad.

sábado, 21 de febrero de 2015

inocencia o crueldad????.....

 En muchos casos no es crueldad... es la inocencia!!!..pero desarrollemos el  tema  un poco..Los niños son los mas crueles del mundo y es sencillamente que no tienen la capacidad de medir el impacto de sus palabras o comentarios. Son pura sinceridad y si algo les parece ahi mismo te lo van diciendo.
Creo que perdemos eso en la escuela cuando las maestras o maestros inician su labor de limitar nuestra capacidad de aprendizaje implantando los dogmas de nuestra sociedad. 
Increible que el proceso de educacion primaria sea nuestro mas grande limitante en cuanto a capacidad de expresion. Bueno tambien existen otra cantidad de factores externos que contribuyen a esto. No quiero que piensen que estoy en contra del sistema educativo.
Incluso hay que reconocer que hoy dia existen grandes avances en cuanto a modificacion de la manera de hacer que los niños aprendan y desarrollen sus capacidades.
lo único que entonces no son crueles, porque no lo hacen con maldad, sólo están expresando lo que sienten o piensan. Se los llama crueles porque no poseen todavía ética. 
El adulto es el que los tilda de crueles entonces el niño va aprendiendo que eso se dice y lo otro no y es así como se hacen personillas "civilizadas". No hay que meterlos a todos en un mismo saco, como se dice, depende de la persona, hay niños que son muy tiernos y otros que pueden parecer crueles pero no se dan cuenta, son honestos, dicen lo que piensan... La violencia y la crueldad aunque estan relacionadas no significan lo mismo. La crueldad esta mas relacionada a su "sinceridad". El no tener consciencia de que lo que dicen puede impactar en otros.   Las reacciones violentas en los infantes si pueden ser un termometro de como es el ambiente en sus casas. 
es basicamente que el niño al ver algo diferente en especial en alguna discapacidad, se impacta, la niñes es la unica edad en la que el ser humano, dice lo que piensa sin , pensarlo tanto, es decir que conforme crecemos, nos enseñan exactamente eso, que debemos callarnos algunas veces... en conclucion yo no creo que sea crueldad si no que son sinceros, obviamente ya el burlarse influyen los medios y el torno donde se desarrolla. Por regla general.los niños experimentan una fase de "deshumanización" en la cual van descubriendo los secetos de su propio cosmos, o sea, observan a la mariposa cazada cómo agoniza con el alfiler atravezado, o con las alitas arrancadas....sin sentir remordimiento alguno, pero tampoco sin experimentar PLACER alguno. Lo hacen por curiosidad y punto.
Si observamos a niños crueles (léase SADICOS) la cosa va a otro plano...
Sin un tratamiento adecuado (e inmediato) estos pequeños desdichados son candidatos a formar parte del gremio internacional de psicópatas.¿Saben que hasta Rousseau (Siglo XVIII, aclaro) se consideraba al niño como un lugar de asiento de las "fuerzas del mal"? Si, en serio, hasta que Rousseau se dio cuenta de varias cosas respecto a los chicos:
- que NO eran adultos en miniatura
- que eran seres inocentes que merecían PROTECCION, y de detuvo a analizar la lactancia materna y su importancia.
Otra cosa: La crueldad y la agresividad tienen "gradaciones": existe una agresividad patológica infantil, la cual requiere tratamiento por psiquiatras especializados en niños. Eso está muy bien estudiado y codificado en el DSM 4. 
                                                  Siempre que hay crueldad con animales "grandecitos" aptos para mascota (ejemplo: gato, perro), sea la edad que sea, los psiquiatras abren los ojos, porque podría tratarse de un "Trastorno Disocial", es decir, de un chico que el día de mañana podría transformarse en un "Psicópata". Y se le da mucha bolilla al hecho de que el chico REGISTRE el acto malévolo, es decir que tenga conciencia de que estuvo mal, y manifieste arrepentimiento. LO complicado es cuando NO SIENTE REMORDIMIENTO.
A los 5 años un chico ya atravesó la trama edípica y ya sabe códigos morales básicos; ya se conformó el "Súper- yo" o conciencia moral. Es decir que hay que estar bien alertas si a partir de esa edad andan reventando gatos o perros, sobre todo los cachorritos. Eso en Psiquiatría es algo que no se deja pasar y se está alerta con el niño, se hace un seguimiento.
Sin embargo, hay adultos que también se burlan de las personas que tienen algún rasgo físico peculiar, o algún defecto. Y hacen comentarios muy hirientes. Los niños al nacer son libros casi en blanco, traen consigo algo de la carga genética de sus progenitores pero vienen con muchas cosas sin armar aún. El ambiente es el quelos termina de formar. Es uno el que les da la pauta de lo que es feo y de lo que es bonito, de lo que está bien y de lo que está mal, con nuestras enseñanzas diarias. Si vas por ejemplo a una comunidad indígena podrás observar que lo que menos existen en estas es el tabú sexual, por ejemplo, ellos andan a sus anchas con varias de sus partes al descubierto y nadie se altera ni arma un berrinche...   creo que esto es un ejemplo de lo que nosotros los "civilizados" hacemos a diario, por aquello de las "normas sociales". Esto pasa a nuestros hijos o chicos a nuestro cargo porque así está tácitamente impuesto. El niño cuando hace un comentario acerca de algo o alguien simplemente está emitiendo una opinión con relación a lo que a él se la ha enseñado. La forma en como se le responda a eso, lo que se le diga e incluso la forma en como se le diga será como posteriormente este reaccionará ante un hecho igual o similar.. de aqui surgen las emisiones de juicios, de aquello que se nos ha enseñado. Pero no hay crueldad en ellos, sólo es un comentar acerca de algoque para ellos, de acuerdo a su perspectiva, no es lo"usual".

la indiferencia social

La indiferencia como síntoma social
José Fernando Velásquez V. [*]



Un psicoanalista colombiano examina el fenómeno de la indiferencia como respuesta social al "destierro", en una realidad lindante con la tragedia, donde nadie parece escandalizarse frente a las confesiones de los desmovilizados de las Autodefensas o AUC, las denuncias de las víctimas de las FARC, la matanza de miles de colombianos, la participación de las fuerzas del Estado, ni los 4 millones de desterrados. Es así que José Fernando Velásquez prefiere abordar este tema como un síntoma social, como el lugar de una verdad no dicha, que escapa al sentido.
 
Introducción


El interés de este trabajo es examinar el fenómeno de la indiferencia como respuesta social al fenómeno del desplazamiento forzado, o "destierro" como preferimos llamarlo. La realidad colombiana está en vecindad permanente con la tragedia, pero esa presencia cercana nocandaliza, no moviliza, los ciudadanos siguen sin inmutarse, sin modificar sus rutinas; tampoco escandalizan las confesiones de los desmovilizados de las Autodefensas o AUC, las denuncias de las víctim esas de las FARC, la matanza de miles de colombianos, la participación de las fuerzas del Estado, ni los 4 millones de desterrados. No obstante las implicaciones éticas que están comprometidas, esas situaciones no constituyen una preocupación, no desvelan ni a los políticos ni a los estamentos, ni a la sociedad. Se lo trata como un fenómeno "natural". ¿Por qué la gente no se siente concernida, por qué prefiere no involucrarse, no asumir ningún tipo de responsabilidad?
El psicoanálisis no distingue entre la realidad psíquica y la realidad social porque como lo afirma J.-A. Miller, la realidad psíquica es la realidad social[1] en un punto fundamentalmente: en la dimensión del goce que circula en los vínculos humanos. El psicoanálisis plantea que este goce que tiende a repetirse, es tramitado por medio del discurso y de acuerdo a él, por un medio más específico, por medio del síntoma, definido como una invención individual que hace cada sujeto para hacer parte de un lazo social.
Podemos tratar el fenómeno de la indiferencia como síntoma social, el cual tiene sus causas y sus consecuencias, y como cualquier síntoma, también aloja una verdad no dicha, que se escurre y escapa al sentido, que duele y molesta.
Nuestra hipótesis es que el apogeo de la deshumanización, la ignorancia e irresponsabilidad, y finalmente, la indiferencia frente a la violencia y el desplazamiento como fenómenos sociales, corresponde a lo que desde el psicoanálisis se viene nombrando como el feroz crecimiento de la tendencia a la segregación a partir de la supremacía del goce individual y la facilidad para que este emerja. Claro que ella tiene su particularidad en cada localidad, en cada punto de este mundo global. Desarrollaremos además una observación: Esta segregación se fomenta por medio de una manipulación perversa, orientada por un sector del discurso social.
 
1. Sobre la indiferencia
Las palabras tienen un poder oculto al evocar goce con su capacidad de seducción, con su sonido o su entonación, con todo lo que está más allá del significado. Indiferencia es una palabra que tiene una evocación de lo frio, que no despierta el calor del afecto, la curiosidad o el interés. Y esto es lo que dice el Diccionario de la Real Academia, que indiferencia es un "estado de ánimo en el que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado; no hay ni preferencia, ni elección". Desde la palabra indiferencia es fácil deslizarse a lo "indiferenciado", que nombra lo que no posee una característica o identidad diferenciada.
Ahora sí situamos en conjunción "indiferencia" con sujetos "desplazados" o "desterrados", podemos decir que es una población que no es elegida por el resto del discurso social como un objeto visible ni hablado, por lo que queda como objeto de desecho o como objeto de asistencia. También podemos decir que bien vale la acepción de indiferenciado para quién en medio de su condición de desterrado, transita por un período de borramiento de los emblemas subjetivos y por la puesta en cuestión de toda su identidad previa.
La definición del Diccionario concluye de la siguiente forma, "la indiferencia es una de las formas en que el sujeto responde a la presencia del otro semejante".
 
1.1. La voluntad de la indiferencia
La indiferencia tiene diferentes matices, puede ser sabia e inspirarnos profundo respeto, por ejemplo la profunda indiferencia de Sócrates ante las demandas de amor de Alcibíades, o la indiferencia del maestro Zen ante la pregunta angustiosa del principiante por cómo alcanzar la sabiduría. Freud mismo fue indiferente respecto a la ética burguesa de su época.La indiferencia también es útil en algunas ocasiones, por ejemplo como parte la doxa del método científico, que no considera para nada la dimensión subjetiva o afectiva.
El énfasis ahora lo ubicaré en una característica de la indiferencia: aquello que hace que lo humano llegue a ser irrelevante para otro ser humano. Paso a ilustrarlo:
Primero, ustedes pueden experimentar la indiferencia cuando piden un servicio en uno de los callcenters o en cualquiera de los sistemas burocráticos de las entidades oficiales o en otras, por ejemplo las entidades prestadoras de servicios de salud o financieros. Allí encontramos una voluntad bien establecida para eludir lo que puede tener de personal, el pedido que ustedes hacen. Los que atienden no tienen nada que escuchar de las condiciones singulares de aquél a quien interpelan.
Segundo: ahora el ejemplo es gráfico: la pintura expresionista que todos conocen, llamada "El grito", pintado por Eduard Munch en 1893. Una forma humana reducida que se tapa las orejas, abre grande la boca, y grita.De acuerdo a lo que he estudiado, este gritorefleja la angustia personal o la protesta contra las injusticias sociales y las desigualdades económicas que acompañaron la Revolución industrial. En ese paisaje singularmente dibujado,como lo describe Lacan, hay una ruta que fuga al fondo, y en ella hay dos paseantes, dos sombras humanas elegantes, presas de sus propias convenciones y normas burguesas, que exhalan una atmósfera de represión moral. Ellas son la imagenque subraya la indiferencia frente a ese otro ser que sufre.
Tercero: Un testimonio. Para Elie Wiesel, escritor rumano sobreviviente de los campos de concentraciónhttp://es.wikipedia.org/wiki/Nazi y quién obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1986, la sociedad que le tocó vivir estaba compuesta por tres sencillas categorías: los asesinos, las víctimas y los indiferentes. De su conferencia de fin del milenio en Washington Los peligros de la indiferencia, extraigo los siguientes párrafos.
¿Qué es la indiferencia? Un estado extraño e innatural en el cual, las líneas entre la luz y la oscuridad, el anochecer y el amanecer, el crimen y el castigo, la crueldad y la compasión, el bien y el mal, se funden. ¿Cuáles son sus cursos y sus inescapables consecuencias? ¿Es una filosofía? ¿Es concebible una filosofía de la indiferencia? ¿Puede uno ver la indiferencia como virtud? ¿Es necesario, de vez en cuando, practicarla, simplemente para conservar nuestra sanidad, vivir normalmente, disfrutar una buena comida y un vaso de vino, mientras el mundo alrededor nuestro experimenta una terrible experiencia?
Por supuesto, la indiferencia puede ser tentadora, más que eso, seductora. Es mucho más fácil alejarse de las víctimas. Es tan fácil evitar interrupciones tan rudas en nuestro trabajo, nuestros sueños, nuestras esperanzas. Es, después de todo, torpe, problemático, estar envuelto en los dolores y las desesperanzas de otra persona…. Allá, detrás de las puertas negras de Auschwitz, (…) algunos de nosotros sentíamos que ser abandonados por la humanidad no era lo último. Nosotros sentíamos que ser abandonados por Dios era peor que ser castigados por él. Era mejor un Dios injusto que un Dios indiferente….
En cierta forma, ser indiferente a ese sufrimiento es lo que hace al ser humano, inhumano. La Indiferencia, después de todo, es más peligrosa que la ira o el odio. La ira puede ser a veces creativa. (…) Aún el odio a veces puede obtener una respuesta. La Indiferencia no obtiene respuesta. La Indiferencia no es una respuesta. Y por lo tanto, la indiferencia es siempre amiga del enemigo. El prisionero político en su celda, los niños hambrientos, los refugiados sin hogar, se sienten abandonados, no por la respuesta a su súplica, no por el alivio de su soledad sino porque no ofrecerles una chispa de esperanza es como exiliarlos de la memoria humana. Y al negarles su humanidad traicionamos nuestra propia humanidad.
Indiferencia, entonces, no es sólo un pecado, es un castigo. Y es una de las más importantes lecciones de la amplia gama de experimentos del bien y el mal del siglo pasado.[2]
Cuarto: Podemos hacer un paralelo entre el Holocausto y la situación de destierro que viven más de 4 millones de colombianos. La violencia y el desplazamiento forzado, así como lo fuera en su momento el exterminio nazi, dan la medida del mal del que como sociedad somos capaces, y del uso que podemos hacer de los discursos de poder que se afincan en ciertos ideales.
Primero se llevaron a los comunistas pero a mí no me importó porque yo no era.
En seguida se llevaron a unos obreros pero a mí no me importó porque yo tampoco era.Después detuvieron a los sindicalistas pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista.Luego apresaron a unos curas pero como yo no soy religioso tampoco me importó.Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde.
Bertold Bretch
La pregunta posible es, así como los alemanes aparentemente no involucrados, los desentendidos, los indiferentes, los atemorizados, todos aquellos que con su silencio consentían o colaboraban sin proponérselo al holocausto; los colombianos, esa masa de millones, ¿los indiferentes son menos responsables que los perpetradores directos? ¿Cómo entender que el lazo social consienta a tal injuria?
 
1.2. La indiferencia vs. la responsabilidad con el otro

Thomas Hobbes consideró que el hombre liberado a sí mismo es el lobo del hombre.En el Leviatán, describe que "en su estado natural todos los hombres tienen el deseo y la voluntad de causar daño". «Todos nosotros somos culpables de todo y de todos ante todos, y yo más que los otros», decía Dostoievski. Paul Auster en Ciudad de Cristal dice, "Si uno no considera humano al hombre que tiene delante, se comporta con él sin ningún escrúpulo". Según muchos autores, entre ellos, Hobbes, Hegel, Freud, Lévinas, el fin de dicho estado y con él las condiciones para que pueda existir una sociedad, surgen, no por un proceso natural, sino por medio de una construcción, mediante un pacto llamado "afirmación social" por la cual se reconoce la humanidad del otro ser humano. Hegel señaló que este reconocimiento debe ser recíproco porque de lo contrario lo que resulta es "la tolerancia". La tolerancia es una benigna desatención a lo diferente, y sobre lo que se tiene una apreciación negativa. Siguiendo este misma dirección, Goethe afirmó que "tolerar significa ofender" porque se tolera sólo aquello que de antemano es objeto de rechazo[3].
La indiferencia es contraria a la responsabilidad social. El sujeto que se coloca en posición indiferente frente a otro es porque el sentimiento de responsabilidad ante la humanidad del otro no lo perturba. Los ejecutores del exterminio y los indiferentes, también son individuos corrientes, excepcionalmente son monstruos asesinos. Lo que ocurre es que la indiferencia cala de manera que no hay reconocimiento, no del semejante, sino de la responsabilidad que se tiene con él. Entonces mientras no haya reconocimiento de la responsabilidad con el semejante, lo que hay es goce del semejante, al reducir a éste a la condición de objeto, de cualquier tipo, bien sea de asistencia, de dominio, etc., pero donde se borran los ideales colectivos, y se actúa bajo el egoísmo y la inhumanidad.
Freud esbozó algo interesante respecto a la indiferencia y el amor. El concebía que entre las posibles antítesis que pueden darse en las relaciones entre los hombres, había una particular, que era la indiferencia. El afirmó que lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia. "El amor es susceptible de tres antítesis. Aparte de la antítesis "amar-odiar", existe la de "amar - ser amado", y la tercera, "el amor y el odio, tomados conjuntamente, se oponen a la indiferencia"[4].
 
2. La indiferencia ante las tiranías regionales es precursora de la indiferencia con el desplazamiento.
La racionalidad instrumental y burocrática de la violencia, el desplazamiento o el exterminio, y el surgimiento de una segregación incorporada en el quehacer cotidiano como indiferencia social, de una manera irrefutable, son características singulares de la actual sociedad colombiana.
El fenómeno del desplazamiento forzado es un efecto de la disputa de ciertos territorios. Durante el siglo pasado en Colombia se han gestado los más importantes procesos de colonización, con ausencia notoria de articulación física, económica, política y cultural de esos nuevos asentamientos, de las dinámicas y de los productos de quienes poblaron esas zonas, con el resto del país[5]. Posteriormente se produjo la consolidación de poderes, que en algunas regiones, en nombre de principios morales, religiosos y económicos, alcanzó a tomar la forma de feudos. Es principalmente en estas zonas donde se ha presentado el escalamiento de las violencias sociales y políticas y la persistencia de enormes fracturas sociales, políticas e identitarias en el conjunto nacional. El conflicto entre los grupos armados de izquierda y derecha por el control del territorio, y posteriormente los fenómenos del narcotráfico y las autodefensas, se instalaron principalmente en esos mismos escenarios, tomando la forma de tiranías regionales que implementaron la purificación política de las zonas con el objetivo de expandir y asegurar el poder. El narcotráfico y con él, la importante concentración de capital, empoderó personajes "necios" a partir de las armas, que se posicionaron en la escala más alta de las sociedades, concentrado un alto poder en todos los sentidos y con esta capacidad impusieron la violación sistemática de las normas éticas, y la transgresión se convirtió en regla para aplicar la situación que mejor les convenía. Estos actores sociales adquirieron una significación regional, cada territorio de la nación fue la base del poder de un cabecilla.
Si bien sin los paramilitares y las guerrillas la violencia de estos últimos 20 años no se hubiera producido, sin la indiferencia, y a veces el consentimiento, participación y apoyo de los colombianos corrientes, estos fenómenos jamás hubieran podido alcanzar la magnitud que ahora tienen. La indiferencia ha sido la forma como el discurso social y político del resto del país ha participado durante gran parte de las etapas de este proceso arriba descritas. Aprovechando esta indiferencia del Otro político y social, en las últimas dos décadas ciertos sectores del poder, (entre ellos el mismo ejército) han buscado pactos con esos líderes empoderados con el fin de obtener el dominio en esos territorios para hacerse al control político, provecho y utilidad económico que tienen esas zonas por su ubicación y potencial estratégico. Se implementaron y ejecutaron una serie de acciones sistemáticas y coordinadas en el tiempo y en el espacio que se transformaron en la dinámica de la guerra por el dominio en esos territorios, enmascarados en planes de pacificación que finalmente pretendían preparar el terreno para viabilizar grandes proyectos económicos[6]. Se configuraron ambientes de terror psicológico dirigido hacia la población civil, se conformaron grupos de "limpieza" y "escuadrones de la muerte" que realizaron una sistemática labor de exterminio de líderes y amedrentamiento de la población, y se infiltró toda la trama social y resquebrajándola hasta provocar finalmente la conminación al desplazamiento.
Mientras esto sucedía, el silencio y el adormecimiento del país también fueron y siguen siendo cuidadosamente mantenidos, riñendo con lo que antes llamábamos responsabilidad civil, en un proceso que está hoy matizado con los significantes: "seguridad democrática", "desmovilización" y "negociación" que pretenden legitimar los nuevos órdenes regionales desde una iniciativa que proviene del Estado, mediante la llamada "Ley de Justicia y Paz". Esto transmitido por el discurso social con todo el poder de los medios de comunicación, porque el lenguaje seduce masas, manipula. El lenguaje de quienes hoy detentan el poder político se convierte en el lenguaje del pueblo. "El secreto del autoritarismo no está tanto en la violencia que se ejerce, sino en los sutiles mecanismos que usa en la vida cotidiana para prolongarse"[7].
El mensaje del discurso social fomentado desde las esferas de poder, es "No hay nada que hacer", entonces lo que resta para el grueso de la población es un "dejar hacer".La propaganda y las declaraciones periodísticas logran torcer las palabras hacia un determinado significado y cargarlas de prejuicios. Entre muchos ejemplos: "El paramilitarismo no existe, el paramilitarismo se acabó", palabras de José Obdulio Gaviria, asesor presidencial.Del mismo modo "No existe narcotráfico sino delincuencia común traficando", "Nosotros no tuvimos guerra civil, tuvimos fue una amenaza terrorista no enfrentada', 'nosotros no tenemos conflicto armado interno', "Nosotros no tenemos desplazados, tenemos migración en buena parte por el paramilitarismo y la guerrilla (...) esa gente se fue para ciudades y allá están como migrantes, (…) Las denuncias de las ONG son pura propaganda"[8]. De igual forma, un exministro de gobierno sostuvo que la marcha que se organizó contra los paramilitares era "la marcha de las Farc, y del mamertismo criollo". "Desinfectar", "Depurar", "Limpiar" son eufemismos e ironías que soportan la gran mayoría de acciones violentas: La depuración es una de las grandes consignas del discurso que sostienen sectores de las clases dirigentes y militaristas del Estado que encuentran eco en los grupos armados. Carlos Castaño acabó durante los años 80 con una generación de pensadores y críticos del orden social. El narcotráfico "depuró" cualquier posibilidad de victoria democrática para cualquier opositor. Grandes masacres no han podido ser leídas como tales por el discurso público sino a partir de una lucha insistente de las familias de las víctimas a nivel legal y a través de ONGs.
De igual forma, el régimen hitleriano utilizaba palabras y expresiones de significado neutro o positivo para nombrar el terror y el exterminio. Así como en el Holocausto, la "solución final" nombraba el exterminio; "tratamiento especial" significaba matanza; "direccionamiento de la colonización" designaba la expulsión de los judíos; el "reagrupamiento" nombraba a la deportación; la "zona judía de residencia" eran los ghettos, y la expulsión hacia los campos de concentración se denominaba "desplazamiento de residencia". Esta forma de orientar y conducir el lenguaje y el sentido está destinada a que la población civil se desentienda del crimen, elimine la categoría de verdugo por parte de los perpetradores, consienta a lo que se dice que es justicia, y que pase por encima la responsabilidad con el otro semejante.
Se produce lo que Freud plantea: "Allí donde la comunidad se abstiene de todo reproche, cesa también la yugulación de los malos impulsos, y los hombres cometen actos de crueldad, traición y brutalidad, cuya posibilidad se hubiera creído incompatible con su nivel cultural"[9]. H. Arendt, nombra que previo al exterminio judío, se instaló y construyó en el discurso social alemán algo que ella llamó la "banalidad del mal"[10], que diluyó el sentimiento de responsabilidad entre los civiles. Esto tiene una relación directa con un fenómeno político: La población ofrece un apoyo incondicional hacia quién lidera el proceso, mientras que el destierro sigue en aumento (según el Codhes, la cifra de desplazados se nutrió en 270.675 personas nuevas durante el primer semestre de este año, lo que muestra un aumento de 41% con relación al mismo período del 2007)[11]. Bajo la misma consigna de Seguridad democrática, la cifra de muertes extrajudiciales, los falsos positivos de las fuerzas militares, pasa de 350 en lo corrido del año.
 
3. Desplazamiento: violencia, goce e indiferencia.
En el fenómeno del desplazamiento forzado se evidencian tres fenómenos que son equivalentes: Violencia, goce e indiferencia. Por paradójico que parezca no hay violencia si no hay cultura[12] entendida como el lazo social, y por tanto, ella no es un proceso natural sino humano. Varios tipos de violencia responden a cada uno de los registros o dimensiones del psiquismo (Miller)[13]: aquella suscitada por la rivalidad, la competencia y los celos; la originada a nombre de un ideal público o en una confrontación política; y la violencia de lo real, violencia que no es útil sino que obedece a un goce que no se deja capturar por el sentido. Es el goce de un ser humano en condición de Amo sin tachadura, que se rehúsa al orden jurídico, se asegura de impedir el proceso de asunción de responsabilidades, y que solo acepta su propia ley. Es la satisfacción de aquel que Freud en "Psicología de las masas" llama "criminal sin remordimiento", donde la satisfacción de goce prima sobre los ideales, captura todas las aspiraciones, y desdibuja concomitantemente todo el amor de sí mismo al quedar auto sacrificado a la satisfacción. Es un goce que insiste y no se detiene, no renuncia, es refractaria a diferentes advertencias o pronunciamientos. Es una violencia que no requiere de semblantes, que se hace en forma directa, sin engaños. Dice Nietzsche que ellos, los tiranos, "disfrutan con la libertad de toda constricción social….como si estuvieran en la selva, pueden retornar a la inocencia propia de la conciencia de los animales rapaces, los cuales dejan tras sí una serie abominable de asesinatos, incendios, violaciones y torturas con igual petulancia y con igual tranquilidad de espíritu que si lo único hecho por ellos fuera una travesura estudiantil"[14].
La destrucción de la potencialidad del otro, sin destruirlo a él mismo, es una forma de violencia Real, es decir, de una violencia que se goza, tal como ocurre en la estructura del acto de Sade. Sabemos que el sádico no niega la existencia del otro, sino que no es alterado en su conducta por el dolor o el miedo que provoca en el otro. La máxima sadiana del "derecho al goce"[15], excluye la reciprocidad y convierte a cualquier hombre en un déspota cuando goza. Tal como Sade lo hacía con sus víctimas, las tiranías regionales se han instalado en lo más íntimo de la comunidad para inscribir el miedo de manera permanente entre sus habitantes, instalar en ellos la incertidumbre y vacunarlos contra cualquier forma de subjetividad; insertándose en el control de la actividad política y los negocios, legales e ilegales, hasta el dominio sobre numerosas instancias de la vida social a nivel micro: inciden en aspectos como el manejo del cuerpo, el lenguaje y la relaciones afectivas de las personas que habitan los barrios, veredas y municipios en que operan, la prohibición de movilización por ciertos sectores, la fijación de horarios para el cierre de los negocios, la injerencia en la autonomía de las organizaciones de la comunidad, así como el establecimiento de un sistema propio de administración de justicia frente a delitos y contravenciones. Una vez allí, se instaura una moral abominable: la delación, la que termina por romper cualquier entramado social previo. Finalmente, el miedo a la muerte y en otros casos, la orden, juegan un papel central en desencadenar el fenómeno del desplazamiento. Como vemos ninguna función social es descuidada para asegurar la destrucción del orden y el sistema previo.
 
4. La indiferencia y los efectos perversos en lo colectivo.
Allí donde la responsabilidad por el otro no es aceptada o no se sabe cómo asumirla, se produce un vínculo impersonal árido, se instala lo inhumano en la existencia de lo humano, lo mezquino se convierte en algo natural. La indiferencia social produce efectos perversos en la cultura y en los sujetos. Lo fundamental de la estructura perversa es la instrumentalización de otro sujeto sin que medie ninguna pregunta, ninguna duda, ningún freno; es la desmentida de la condición de humanidad de quien la ejerce, como de quien la padece.
Las consecuencias en los sujetos sociales son:
1. Favorece la ininteligibilidad de los sucesos donde es imposible construir una narrativa que explique y dé sentido a la experiencia como parte de la historia personal, social y política. Desentendidos de tanto cuanto sea posible, se suspende la facultad de pensar, la capacidad de elaborar, y la voluntad de actuar. Solo se producen reacciones puntuales y efímeras ante determinados hechos. Se está presto a ser fácilmente manipulable por lo emotivo.
2. Los semblantes se hacen inconsistentes: Uno de ellos, la llamada Tolerancia. "A este desentendimiento con grados diferentes de selección al cual todo le da lo mismo, hemos llegado a darle el nombre eufemístico de tolerancia para encubrir nuestro conformismo, nuestras carencias de información, de convicciones y de valor cívico"[16].
3. Se instalan estereotipos excluyentes para con el desplazado que mediatizan la relación con él, lo esquematizan y encierran. Según la encuesta del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR, sobre percepción del desplazamiento en Colombia[17], la población colombiana en general identifica al desplazado como una condición social permanente de pobreza, mendicidad e incluso generadora de peligro; la mayoría piensa: "se lo buscó"; es consciente de sus pérdidas pero no de la necesidad de reparación; el ciudadano no sabe citar el nombre de instituciones que los atienden; consideran que el desplazamiento es un problema muy importante para Colombia pero no consideran que sea un problema en que los ciudadanos tengan que implicarse. Una grieta o división profunda se establece entre la sociedad y el sujeto en condición de desplazamiento; un "shibboleth" contemporáneo o contraseña de códigos que delatan al diferente, al inmigrante, a los diferentes, a los potenciales enemigos.
4. Lo heterogéneo ahora se encuentra con la desigualdad potencializando el proceso de segregación. El miedo y la desconfianza hacen surgir medidas de seguridad que cada vez más se insertan en lo cotidiano y fragmentan la idea de responsabilidad ciudadana: Surgen de esta manera los barrios cerrados, espacios militarizados, ciudades bunker, vigilancia electrónica de los accesos, barreras, cercas eléctricas de alto voltaje y guardias armados, que buscan establecer una distancia con eso hetero y desigual, es decir, con lo popular, con el dolor, con el malestar, muy similar a lo que el padre de Gautama Siddharta quiso cuando él era un niño.
5. El paradigma inmunitario, lo antiséptico, inunda el pensamiento y la cultura social, convirtiéndolo en antisocial, anticomunitario, al rechazar lo que tienen en común los miembros de una comunidad, y potencializar la mirada de lo diferente. Este afán de inmunizar, de proteger a los hijos, a los estudiantes, de los riesgos y las realidades de la vida en común, está en el origen también del querer no ver, de poner distancia, de mirar hacia otro lado frente a aquellas realidades sociales que están más cerca cada vez. Este paradigma inmunológico de protección, estimula más la percepción excesiva del riesgo y de la creciente necesidad de protección, que una lectura objetiva sobre lo que realmente sucede. Lo que parece un anhelo de mayor cuidado en realidad, llevado al extremo, des-civiliza, por el fomento de un narcisismo extremo.
La presión constante que la sociedad ejerce sobre el sujeto en condición de desplazamiento o de destierro, como sobre cualquier minoría, tiene un efecto corruptor y disolvente de su identidad previa:
- La docilidad, el silencio y la fe se instalan como recursos para soportar la condición: "El silencio, a la vez que es un mecanismo de defensa y conservación, se convierte en el principal mecanismo de propagación de la cultura del miedo"[18]. La fe en un dios infinitamente generoso que decide lo que sucederá.
- El sujeto puede inscribirse en una versión fraudulenta del privilegio de ser "víctima", al punto de llegar a la irresponsabilidad[19], y al impedimento para que el sujeto se implique en su proceso. La posición de "víctima", puede llegar a ser un lugar peligroso donde el padecimiento, el temor, incluso la belleza, pueden fascinar e intimidar al otro y retenerlo. Hacerse a este nombre, "víctima", es transformar el Nombre propio, el que se tenía antes, en algo que debe conducirse según lo determine el discurso.