Espiando una conversación
en el autobús, escucho cómo una mujer –que roza los sesenta– le cuenta a su
compañera de viaje: “Cuando leo Cincuenta
sombras de Grey, pienso en Pedro Sánchez”. Una confesión de esta
índole bien podría servir para reafirmar que, en efecto, la novela E. L. James
no es sino “pornografía para mamás”; pero, más allá de etiquetas, la pregunta
que debemos formularnos es: ¿Por qué gusta tanto Cincu enta sombras de Grey, principalmente
entre mujeres mayores de 30 años?, ¿a qué se debe el éxito de una novela que
convierte el sadomasoquismo en el verdadero protagonista de su trama? La
socióloga y crítica literaria Eva Illouz nos da la respuesta en Erotismo de autoayuda: Cincuenta
sombras de Grey y el nuevo orden romántico (Clave Intelectual/Kats,
2014).
Para dar con la respuesta,
Illouz expone, en primer lugar, una suerte de teoría del best seller donde, además
de historizar el género, trata de explicar los motivos por los que unos libros,
y no otros, se convierten en auténticos fenómenos de masas. Para Illouz, un
libro logra ser un éxito de ventas cuando se define “por su capacidad de captar
valores y actitudes que, o bien ya son dominantes y están ampliamente
institucionalizados, o están suficientemente difundidos para que un medio cultural
pueda presentarlos como corrientes”. Esto es, cuando el texto expresa lo que muchas
personas quieren decir, pero acaso no se atreven a hacerlo.
Hay novelas, en la opinión
de Illouz, que resultan muy “apropiadas” para su sociedad y, en consecuencia,
cosechan un enorme éxito. Dicen aquello que la sociedad quiere oír. Son
normalmente novelas que plantean un problema compartido por el grueso de la
sociedad y, además, tratan de resolverlo en el mismo texto. A la manera de los
cuentos folklóricos, los best
sellers ofrecen guías para resolver simbólicamente las contradicciones sociales. Tanto la cultura popular, como los best sellers, muestran “cómo deben hacerse las
cosas” en un orden social difícil y caótico.
Ahora bien, ¿cuáles son
las contradicciones, los problemas compartidos, que Cincuenta sombras de Grey capta y resuelve simbólicamente? A partir
de la lectura de Erotismo de
autoayuda de Eva Illouz, podemos afirmar que la famosa trilogía se
construye principalmente sobre tres ausencias/nostalgias que se vuelven
problemáticas para el yo moderno.
La primera ausencia tiene que ver con los vínculos afectivos, cada vez menos sólidos en una
sociedad en extremo individualista e individualizada como es la
del capitalismo avanzado. Decía Juan Carlos Rodríguez, analizando la poesía de
Javier Egea, que “el amor es imposible en un mundo imposible”, y es justamente
esa imposibilidad –esa ausencia del amor– la que vuelve problemática la
sexualidad entre sujetos contemporáneos. A lo largo del siglo XX, apunta
Illouz, se pasó de la sexualidad reproductiva a la sexualidad recreativa,
convirtiéndose el placer en el sustituto de la reproducción como meta de la
sexualidad. Nace entonces la “sexualidad serial” que, en palabras de Eva
Illouz, es “una sexualidad en la que las experiencias sexuales se acumulan” y,
por consiguiente, “la sexualidad pasó a distinguirse cada vez más de los
sentimientos y del amor”.
Cincuenta sobras de Grey capta esta problemática y la literaturiza. Es por ello que late,
en sus páginas y en la versión cinematográfica, una nostalgia por el sexo con amor,
tradicional y monogámico, revestido de romanticismo, que es lo que persigue Ana,
su protagonista, a lo largo de la trama. Christian Grey dice: “Yo no tengo
novias […]. Yo no hago el amor. Yo tengo sexo… duro”. El sexo aparece en efecto
disociado del amor, de una estabilidad afectiva en un marco de continuidad; o,
como dice Illouz, “el sexo no lo involucra a él ni sus intenciones, emociones o
proyectos. Christian, por lo tanto, es esencialmente compromisofóbico”. Y
aunque en un primer momento Ana asimila y asume esta concepción de la
sexualidad –”No hacemos el amor: follamos”, confiesa– en realidad interpreta su
relación con Christian como conflictiva y, por ende, su meta no será otra que
llenar con el significado “amor” ese significante vacío en que se ha convertido
la “sexualidad” en la sociedad contemporánea.
Sobre la nostalgia del
amor y de los vínculos afectivos, problemáticos en una sociedad
individualizada, donde el otro
no es sino sostén del propio placer, se edifica Cincuenta sombras de Grey.
Que la versión cinematográfica de Cincuenta
sombras de Grey se haya estrenado en la víspera de San Valentín no
puede ser casualidad; más bien le confiere un enorme sentido: aunque
aparentemente se trate de una película con una altacarga erótica, y aun
pornográfica, en realidad no es otra cosa que una historia de amor, de la
posibilidad de encontrar –o construir– el amor en un mundo donde el amor es
imposible.
La segunda ausencia que
articula Cincuenta
sombras de Grey es la de la dominación masculina. Esta segunda
ausencia acaso responda una pregunta crucial, que asimismo se formula Eva
Illouz, que ciertamente un fenómeno como este nos obliga a plantearnos: “¿Por
qué la masculinidad tradicional sigue provocando placer en la fantasía?
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