No se si lo habréis
observado alguna vez, pero es llamativo que las “Barbies” no pueda apoyar la
planta de sus pies en la tierra, están diseñadas para estar en puntillas,
pisando apenas el suelo, lo mínimo indispensable, sus pies son pequeños y
disfuncionales.
A la vista se ven
muy “delicados” pero están mutilados. Como los pequeños pies de las geishas.
Estos pies
incapaces de plantarse en el suelo y caminar con soberanía y peso propio.
Reproducen el
prototipo de belleza de mujer impuesto por la cultura androcéntrica dominante:
una mujer que este lo suficientemente desconectada de la madre tierra y de los
ciclos de la vida.
Una mujer dormida
que permite que las siliconas invadan las curvas naturales llenando de plástico
un espacio que un tiempo fue sagrado. Una mujer que se anula, anoréxica,
inflada y radiante, exitosa por fuera, triste por dentro, en manos de su
depredador, a quien le ha entregado su poder.
Desconectadas de la
tierra, las mujeres se vuelven débiles y la belleza real se torna artificial, generando
un cascaron frágil y fácil de romper para invadir, violentar, y abusar cuantas
veces el sistema lo requiera.
La belleza es tan
diversa como las especies que habitan,
la belleza es inherente a cada ser vivo que resplandece desde su propia esencia.
La belleza es
patrimonio de cada mujer que se acepta tal cual es, que se ama y se regocija de
ser ella misma.
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