El
hambre y la desesperación son los principales causantes de los flujos
migratorios desde el principio de los tiempos. También el sano deseo de
prosperar y darnos, como seres humanos, una oportunidad para exprimir al máximo
nuestras capacidades.
Todos
adoramos la tierra que nos ha visto nacer: el entorno, los amigos, la lengua,
el paisaje, la comida, la familia... Vínculos muy estrechos que una vez forjados
en la infancia se vuelven inexpugnables: amamos ese entorno del primer
aprendizaje y relación con el medio. Despegarnos de él suele ser una medida
última, porque resulta terrible para la mayoría de las personas.
Ahora
el Ministerio del Interior, como ya hiciera a mediados de la década pasada está
instalando nuevamente las terribles concertinas (alambradas rematadas con
cuchillas) en las vallas de Ceuta y Melilla, como medida disuasoria frente a la
inmigración. Ya entonces se demostró que apenas aplacaron dichos flujos e
intentos de saltar las vallas, y que sin embargo sí que provocaron terribles
cortes, infecciones e incluso la muerte de algunas personas. Finalmente fueron
totalmente retiradas en 2007.
Nuevamente
frente a la inmigración nuestro Gobierno toma medidas coercitivas, perversas e
inhumanas; en lugar de tratar de atajar el problema en su origen: el hambre, el
escaso desarrollo, la represión, las nulas oportunidades... que tienen en sus
países las personas que desesperadas intentan de acceder a una vida mejor. Europa es su salvación.
Usar
estas cuchillas es una salvajada, propia de seres sin escrúpulos, sin empatía y
sin ninguna clase de amor hacia el prójimo. Me siento avergonzado de ser
español, de formar parte una nación que es capaz de usar estas técnicas
mediavales para hacer sufrir a otros seres humanos.
Solicito
que dejen de instalarse de inmediato dichas concertinas y que se quiten las que
ya se han ubicado a lo largo de las vallas.

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